Santa María de Moreruela, de nuevo habitada
En los últimos meses del año 1835 los doce monjes que aún residían en el monasterio de Santa María de Moreruela abandonaron sus dependencias. Eran los últimos de los miles que durante siete siglos habían vivido y rezado en el monasterio donde llegaron a formar comunidades de cuarenta monjes y cuarenta legos.

Las guerras y las desamortizaciones habían ido disminuyendo el patrimonio del cenobio yhabían producido daños en sus edificios. La primera exclaustración había tenido lugar en 1808y 1809, cuando fueron ocupados y dañados por los ejércitos francés y español. De nuevo los monjes fueron expulsados por el gobierno liberalen1820 y, aunque pudieron regresaren1823, la expulsión definitiva llegó en setiembrede 1835, cuando se estableció por ley el cierre de todos los establecimientos de regulares.


Los edificios y las fincas y montes que subsistían del gran dominio que se extendía por todo el valle del Esla fueron vendidas a particulares. Llegó así el deterioro de los inmuebles, la ventade los materiales y el expolio.
La piedra de la iglesia fue sacada para construir casas en el entorno e, incluso, para levantar la iglesia del cercano lugar de Granja de Moreruela. El claustro y las dependencias fueron arruinándose sin remedio.


El conjunto ya estaba en ruinas cuando se declaró Monumento Histórico Artístico el 3 de julio de 1931. En los años setenta se produjeron varias restauraciones y consolidaciones y en 1981el Ministerio de Cultura inició los trámites para la expropiación de edificios y terrenos que se completó en1995, cuando pasó a ser propiedad de la Junta de Castilla y León.

Hoy las ruinas se extienden entre un paisaje de prados y dehesas con el antiguo monte monacal junto a los muros del monasterio. Solo una persona pasa el día en las dependencias esperando a los escasos visitantes.
De la iglesia únicamente subsisten parte de los muros perimetrales y las bases de los pilares que en su día sostuvieron las bóvedas.


Y la cabecera con su girola, una de las más perfectas de los monasterios cistercienses españoles.

Sus siete capillas radiales forman un juego de volúmenes inolvidable cuando se contemplan desde el exterior.

El claustro, la sala capitular, el refectorio, las celdas, la cillería, el gran pabellón de novicios son hoy restos vacíos, sin decoración y carentes de cubiertas, aunque consolidados para que no acaben de derrumbarse.


Pero la vida ha vuelto a Santa María de Moreruela y lo ha hecho por los aires.


Una colonia de cigüeñas ha ido ocupando muros y torres para instalar sus nidos.

Tal vez una veintena de parejas se reparten por los edificios. Y contemplan los restos de la iglesia desde los arcos que aún se mantienen en pie.




En la primavera su vuelo es incesante. En sus picos transportan material para ir construyendo sus refugios y alimento para sus pollos.

Mientras estos contemplan desde lo alto un mundo verde y en ruinas sin saber que en otros tiempos fue un centro de actividad y oración.

El aire se llena con el crotoreo continuo de las cigüeñas.



Y en el monte adyacente al monasterio, cerrado al paso del público para preservar la tranquilidad de las garzas que allí crían, una algarabía de graznidos pone música a la mañana primaveral.

Felipe Pozuelo R.
Muy interesante el artículo. Gracias