Iglesia de Ujué
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Confraternización de Asociaciones de Románico. Crónica de la Jornada

El día 26 de noviembre, sábado, cuatro asociaciones que trabajamos y difundimos nuestro patrimonio, especialmente el románico, nos reunimos en una jornada de confraternización. La excusa fue visitar las iglesias de San Martín en San Martín de Unx y Santa María en Ujué y la ermita del Santo Cristo de Catalain en Garinoain. Hasta el día salió perfecto para ayudarnos en las visitas. Después de una semana oscura y lluviosa, amaneció un día fresco pero claro y soleado.

Acudimos 57 miembros de Astrolabio Románico de Pamplona, 15 de Amigos de Serrablo, de Sabiñánigo, 21 de la Asociación Sancho Ramírez de Jaca, y 27 de Arabarrak Arte Erromanikoarekin/ Alaveses con el Arte Románico, con los miembros de las respectivas juntas a la cabeza. En total 120 personas, un éxito de convocatoria que también causó algunos problemas como la necesidad de hacer dos grupos y duplicar las visitas de la mañana para facilitar el acceso y el movimiento de los grupos.

Así que, mientras un grupo visitaba la iglesia de Ujué, otros nos dirigimos a San Martín de Unx donde el guía Javier Abete nos condujo por todo el edificio explicando detalladamente sus tres partes principales: la portada occidental, la pila bautismal y la cripta.

A la iglesia, consagrada el 3 de noviembre de 1156, se accede por el atrio dispuesto junto al muro sur que sustituye a una nave que fue añadida en el siglo XVIII y desde el que se aprecian magníficas vistas del entorno. Se ingresa al templo a través de la sencilla portada del despoblado de Sengáriz que se colocó allí en el curso de las obras de restauración del año 1977.
La iglesia ha sufrido numerosas adicciones y remodelaciones que a veces hacen confusa su historia edilicia pero la parte original, románica, es perfectamente reconocible. Se trata de una gran nave de cuatro tramos rematada en un cilindro absidal con tres ventanales que iluminan el interior.

La cripta se halla bajo el presbiterio y el primer tramo de la nave y reproduce su planta.

Seis columnas exentas compartimentan el espacio y sustentan las bóvedas de arista que lo cubren. Los capiteles de las mismas y los que están adosados al muro tienen una labra clara y rotunda con motivos vegetales, de bolas, cabezas muy expresivas o monstruos de poderosas dentaduras.

Durante la restauración del año 1977 y bajo el actual atrio de entrada de acceso se buscó la pila original del templo que se sabía que estaba allí enterrada desde que había sido sustituída por otra. Es una pila de considerables dimensiones que pudo ser utilizada para bautismos por inmersión. Se fabricó para estar instalada en un ángulo entre dos paredes, por lo que la decoración sólamente recorre la parte frontal de la misma.

Seis personajes aparecen enmarcados bajo arcos sostenidos por columnas diferentes: la Virgen con el Niño, a un lado de la misma una sirvienta y al otro lado un eclesiástico, un noble y un representante del pueblo, todos mirando hacia la pareja. Y junto a la Virgen y mirando en dirección contraria a ella, la mujer provocadora con una manzana en la mano, representación de Eva, origen del pecado que el niño va a redimir.

La portada es, quizás la parte más llamativa del templo. Se atribuye al llamado Maestro de Uncastillo.

Las arquivoltas, decoradas con taqueado jaqués, nacelas y palmetas, apoyan sobre los seis capiteles que van sobre las columnas y las jambas. Dos de ellos cuentan el episodio de la caridad de San Martín y su lucha contra el Diablo y un tercero la pelea de un hombre, quizá Sansón, con un león. Y en la parte superior los dos únicos canecillos que se conservan del remate: un contorsionista y un músico.

Muchos más canecillos lucen en el exterior del presbiterio, pero apenas si hubo tiempo para echarles una ojeada porque el autobús ya esperaba para llevarnos hasta Ujué.

Allí esperaba Ana Ulargui, profesora de la UNED, que nos demostró un gran conocimiento del edificio y una gran pasión al explicarlo. El conjunto está formado por la iglesia, las torres defensivas y las dependencias palaciegas. Una vez más la evolución del edificio es sumamente compleja. Se sabe de la existencia de un santuario de los siglos V-VIII, de enterramientos de los siglos X-XI y de la existencia de otros santuarios de los que no hay restos. En el siglo X el lugar queda dedicado a Santa María y la gran devoción que surge propicia el levantamiento de una iglesia cuyo presbiterio se estaba construyendo en torno a 1085.

Está compuesto por tres ábsides en los que se reconoce la planta y el tipo de decoración de la catedral de Jaca, y por un tramo de las naves que recuerda al monasterio de San Salvador de Leyre.

Los demás tramos de las naves fueron derribados en el siglo XIV, al mismo tiempo que se envolvía la cabecera con unas dependencias probablemente destinadas a residencia regia. Los despojos de la iglesia se utilizaron para levantar estancias y para edificaciones del pueblo. Según Ana, en las torres se pueden ver los restos de una portada y la casa consistorial conserva un crismón románico.

Las naves fueron sustituidas por una única nave que puede considerarse un salón palaciego. El antepecho del coro situado a los pies recuerda las salas de representación nobiliar y real. En una de las paredes del coro se encuentra la única pintura que perdura de todas las que adornaban la iglesia y lo ha hecho porque estaba protegida por la caja del órgano. Se trata de una obra de la primera mitad del siglo XIV, de estilo francogótico, en la que se representa a una Virgen con el Niño y de los tres caballeros que se encuentran con los tres muertos. Es muy destacable la escultura gótica que se extiende por todos los edificios y que está muy relacionada con la que por la misma época se hacía en el claustro de la catedral de Pamplona. En la portada norte, por ejemplo, se representa un mundo boca abajo: excesos, vino, lujuria, ira, castigos, la boca del infierno, el centauro Quirón… Tal vez esté también la leyenda del acertijo que plantea Sansón a sus captores: cuál es un animal fiero que expulsa dulzura. La respuesta es un león que ha comido un panal y lo defeca. O los trabajos de Hércules. El conjunto es una marginalia, un bestiario expresado a través de  escenas marginales, diferente a los bestiarios románicos en los que los animales siempre aparecen aislados.

La imagen de la Virgen que se conserva en el presbiterio y la devoción que ha generado en el entorno y en la familia real es la responsable de que el santuario haya perdurado y de que a su alrededor hayan crecido unas dependencias que pueden considerarse palaciegas.

Es una talla románica de la Virgen con el Niño en la que los cuerpos se han recubierto de plata y que se ha modificado profundamente durante la última restauración que ha sufrido. Los dos personajes aparecen hieráticos, sin expresar gesto alguno. El románico no necesita los gestos porque es un modo de expresión conceptualista: no pretende representar belleza, sino el concepto de Belleza, no se presenta al Niño Dios sino el concepto de Dios.

Y después de una mañana intensa, llegó la hora de la comida de hermandad, en el restaurante La Vega de Olite. El tiempo de recuperar fuerzas pasó volando entre conversaciones e intercambio de pareceres. De modo que, cuando nos quisimos dar cuenta, la luz de un día de noviembre empezaba a desaparecer.

Por eso, ya en la ermita de Catalain, lo primero fue hacer la foto de recuerdo, una foto en la que casi no cabían todos los asistentes.

Después Javier Intxusta, de Astrolabio Románico, se esforzó delante de la portada en explicar rápidamente la razón de que el templo sea como es: fue un monasterio donde se realizaba el rito penitencial que había sido fijado por los teólogos de la catedral de Chartres para castigar duramente tres pecados: sacrilegio, lujuria e idolatría. Y todo ello se hacía a través de una terrible representación teatral en la que los pecadores, después de vagar meses por los campos cercanos y sufrir cuarenta días de penitencia en las celdas del monasterio, se presentaban el día de Pascua, famélicos y ateridos de frío, ante el telón de fondo de la portada para ser juzgados.

Por ello, los capiteles de la portada representan a los actores del rito: el pecador caracterizado como mono y con una soga al cuello, el abad, el ostiario, los acólitos… Y en el lado izquierdo se ha colocado un capitel con varios grifos cuya mirada traza una barrera imaginaria ante la puerta que el penitente no podía traspasar antes de completar el rito.

Y, aunque Javier lo intentó, resultó imposible continuar en el interior porque la noche había llegado y no se pudo contar con la iluminación eléctrica de la ermita. Sin embargo, hubo un momento mágico cuando la luz de los teléfonos móviles imitó a la luz de las velas que durante siglos iluminaron la estancia y pudimos hacernos una idea de cómo muchas generaciones habían contemplado esos mismos espacios y cómo les había provocado emociones que nosotros ya no conocemos.

Por último, queremos agradecer a Javier Intxusta, Miguel Ángel Martín, Pilara Piedrafita, María Jesús Gavín y Ángel Benito, por haberse encargado de la organización de la jornada y asumir las complicaciones surgidas del número de asistentes.

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Felipe Pozuelo

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