San Juan de la Peña

San Juan de la Peña y el rastro de Cluny en Aragón

Francisco de Asís García García
Universidad Autónoma de Madrid

En Aragón la presencia institucional de Cluny fue escasa, sobre todo si lo comparamos con la abundancia de monasterios e iglesias en localidades de los reinos de Castilla y León, como lo atestiguan los estudios del profesor Senra. Pero no hay duda de que el referente cluniacense en Aragón es el monasterio de San Juan de la Peña durante los siglos XI y XII.

Influencia de Cluny en el norte de la península Ibérica. (Prof. Senra).

En este vínculo de Cluny con el norte de la península Ibérica es imprescindible mencionar al rey Sancho III el Mayor, rey de Pamplona, muy relacionado políticamente con el sur de Francia (Aquitania y Gascuña) y con los Condados Catalanes, particularmente con el abad del Monasterio de Ripoll y obispo de Vic, el abad Oliva. Esta relación fue determinante en lo que refiere a cambios profundos en la Iglesia como fue la introducción de la Regla benedictina y la liturgia romana. En esa época el abad Odilón gobernaba la abadía de Cluny y Sancho III no solo le enviaba donativos, sino que también tenía una estrecho y privilegiado nexo con él.

Sancho III se ocupó de enviar monjes a Cluny para conocer la vida religiosa de la abadía y trasladarla a su reino. En la relación de monjes cluniacenses aparece el abad Paterno que posteriormente fue abad de San Juan de la Peña.

San Juan de la Peña fue el monasterio que se eligió como prototipo para adoptar las normas de Cluny en los dominios de Sancho III el Mayor, aunque, paradójicamente, nunca se integró jurídicamente en la estructura de la abadía cluniacense. No obstante, sí mantenía relaciones con Cluny y seguía sus enseñanzas, al igual que otros monasterios que formaban parte de lo que se ha denominado la «nebulosa cluniacense».

Según el cartulario de San Juan de la Peña, la Regla benedictina se adoptó en este monasterio en el año 1025 siendo abad Paterno. En el monasterio también se encontraban otros monjes que ya habían visitado la abadía borgoñona.
Parece ser que otros monasterios del norte peninsular, como Iratxe, Oña o San Millán de la Cogolla, fueron auspiciados por Sancho III el Mayor con este marchamo benedictino.

Cluny y arquitectura

La vinculación con Cluny no llevó aparejada una reforma arquitectónica que estuviera acorde con las exigencias del rito cluniacense: gran transepto, imponente coro, varios altares, ábsides y todo aquello que potenciara el oficio divino. Conviene recordar que el número de misas diarias en Cluny era muy abundante.

Cluny II

La arquitectura de San Juan de la Peña tiene dos niveles y en la práctica se puede considerar como si fueran dos iglesias comunicadas.
En la iglesia baja no existen estos elementos señeros propios de Cluny II porque la localización del monasterio, integrado en la montaña, no permitía la adopción de estas novedades constructivas.

San Juan de la Peña. Imagen de Wikipedia
Sección de las iglesias Alta y Baja. F. Iñiguez

Se tiende a datar la iglesia baja como un primer monasterio construido en el siglo X bajo la advocación de San Julián y Santa Basilisa. Se compone de dos naves y dos ábsides. Sí se produjo una ampliación, discutida por algún experto, en la propia iglesia baja. Quizá sólo se realizaron cambios arquitectónicos para soportar la construcción de la iglesia alta.

Puerta del claustro

Es reseñable la famosa puerta del claustro, con perfil de arco de herradura y que comunica la iglesia baja con la iglesia alta. Para algunos autores esta puerta procedería de la iglesia baja. Posteriormente se le añadió una inscripción alusiva a que a través de esta puerta se accede a la puerta del cielo si los fieles cumplen los mandamientos de Dios.

El año 1071 fue clave en San Juan de la Peña porque se inició el nuevo rito romano en el reino de Aragón y porque el Papa Alejandro II tomó bajo su protección directa al monasterio, otorgándole privilegios.
En el año 1094 se consagró la iglesia alta. Su arquitectura es sustancialmente distinta a la de la iglesia baja: más amplia, cabecera de tres ábsides, tramo que hace de transepto y nave única.
Un año más tarde, en 1095, se consagró el altar mayor de la iglesia de Cluny III.

San Juan de la Peña
Iglesia alta de San Juan de la Peña

Pinturas murales

De San Juan de la Peña se conservan pinturas murales de la sala capitular alusivas a la vida de Cristo, concretamente a la entada a Jesusalén. Esta iconografía evoca a la práctica de procesiones, algo reconocido y afamado de la costumbre cluniacense.

Capilla de San Victorián. San Juan de la Peña.
Patrimonio de Huesca. https://www.patrimoniodehuesca.com

Liturgia

San Juan de la Peña, desde el reinado de Ramiro I, hijo de Sancho III, fue panteón de los reyes de Aragón.
Era costumbre que los monarcas aragoneses pasaran temporadas en este lugar, especialmente en Pascua. Todo ello les confería un carisma especial ante sus súbditos.

La actividad litúrgica de Cluny tenía una inclinación especial por las misas de difuntos. Estas misas para salvar a las almas de los fieles suponían que las élites europeas encargaran estos cultos para este propósito. Todo esto se traducía en importantes donativos monetarios y patrimoniales. Pero esto no solo se aplicaba para Cluny, también para las iglesias de impronta cluniacense.

Las infantas de la casa real de Aragón era las protectoras del monasterio de Santa María de Santa Cruz de la Serós, próximo al monasterio de San Juan de la Peña e, informalmente, subordinado a este. Doña Sancha, hija, hermana y tía de reyes, mando construir un sarcófago con tres escenas. En la escena central se aprecia el alma de la difunta elevada por ángeles. En otra se aprecia una escena litúrgica con un sacerdote portando un báculo, otro con un libro y un tercero con un incensario. La tercera escena es de difícil interpretación pues pudiera deberse a una imagen familiar de Doña Sancha y sus hermanas o a la congregación de monjas del monasterio de Santa Cruz de la Serós.

Sarcófago de Doña Sancha
Sarcófago de Doña Sancha

El primer rey aragonés enterrado en San Juan de la Peña, Ramiro I, cita en su testamento a San Pedro y a Santiago de Compostela, pero no hace mención a Cluny. Tanto Ramiro I como Sancho Ramírez no mantuvieron un contacto estrecho con Cluny como lo tuvo su antecesor Sancho III, pero el contacto fue frecuente entre el abad Odilón y otros miembros del monasterio de San Juan de la Peña.
A finales del siglo XI Pedro I se casó con Inés de Aquitania, procente de la familia que contribuyó a la construcción de la abadía de Cluny en el siglo X y además era sobrina nieta del abad Hugo. De esta manera se estrechó de nuevo el vínculo de Aragón con Cluny. No hay duda de que el rey Pedro I contribuyó generosamente a la construcción de Cluny III.

En San Juan de la Peña, además del panteón real, se construyó un panteón de nobles. Estos nobles también dieron aportaciones a Cluny. Arnau Mir de Tost, vasallo del rey de Aragón, y su esposa, Arsenda de Fluviá, donaron San Pere de Árges a Cluny, pero no llegó a constituirse un priorato, probablemente porque había sido también puesto bajo tutela de Roma. Por el contrario, Fortún Garcés Cajal donó a Cluny San Adríán de Vadoluengo en Sangüesa, ciudas fronteriza con el reino de Aragón, que sí fue aceptado por la abadía borgoñona.

Reliquias, libros, escultura y música

Existe una amplia relación de reliquias que llegaron a San Juan de la Peña y algunas presentan características singulares como las de San Indalecio, que llegaron de Al Andalus (Almería) y que actualmente se encuentran en el museo de Jaca. Estas reliquias se trasladaron en el año 1084 según recoge un documento de un «indigno monje del monasterio de Cluny» llamado Ebretmo. Este monje hagiógrafo tuvo relación con el maestro de obras de Cluny 3 y la redacción de sus textos tiene tantas similitudes que existe una hipótesis de que fuera la misma persona el hagiógrafo y el maestro de obras.

Respecto a la liturgia, el monasterio de San Juan de la Peña fue pionero en la introducción de la liturgia romana en 1071. El cambio de rito no fue algo instantáneo, sino que fue un proceso prolongado en el tiempo pues la influencia cluniacense ya era patente al finalizar el primer cuarto del siglo XI.

La llegada de obispos y monjes supuso la llegada de libros que recogían los ritos y los himnos de los oficios religiosos. Aquí la influencia de la abadía de Moissac fue importante en la iconografía y en la escultura.

El impacto de San Juan de la Peña en Aragón como elemento renovador en la liturgia es importante, pero también fue la difusión que hicieron otros monjes que estuvieron en la abadía de Cluny.

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