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Arte Románico en la Provenza. Crónica de un viaje.

Día 1 (7 de octubre de 2.022)

Emprendimos viaje hacia Marsella (447+404=841 km), 16 personas de las “Aulas de la Experiencia” de la EHU/UPV, de la Asociación “Arabarrak Arte Erromanikoarekin/Alaveses con el Arte Románico”, familiares y amigos.

En Donostia/San Sebastián se unieron 4 personas más, procedentes de Bilbao y nos dirigimos hacia Toulouse, tras una parada técnica, llegamos para comer.

Toulouse está situada en la región francesa de Occitania siendo la cuarta ciudad francesa por detrás de París, Marsella y Lyon. E incluso cuenta con dos líneas de metro.

Esta es una ciudad de paso y solo visitamos la Basílica de San Sernín y el Convento de los Jacobinos.

Basílica de San Sernin. Es la iglesia románica más grande de Occitania y la segunda más antigua de toda Francia después de la abadía de Cluny.

Se trata de un santuario construido en el emplazamiento de la tumba de San Sernín o San Saturnino,obispo de Toulouse martirizado hacia el año 250.

La rue du Taur (calle del Toro) que lleva de la plaza del Capitolio a la basílica recibe su nombre del mismo santo, cuyo martirio según la leyenda consistió en ser arrastrado por un toro salvaje.

La construcción actual de la basílica de San Sernin de Toulouse fue decidida a finales del siglo XI. Recibía entonces la visita de numerosos peregrinos a través del camino de Santiago o para venerar las reliquias de san Saturnino.

Pertenece al estilo de las grandes iglesias de peregrinación, llamadas así por ser construidas a lo largo de los caminos a Santiago de Compostela.

La planta de San Saturnino de Toulouse es ya una clara cruz latina, y por las proporciones, nos deja claro que ya no es para servir a una comunidad monástica sino para albergar grandes multitudes.

Seguidamente fuimos al Convento de los Jacobinos, es un antiguo Convento de la Orden de los Hermanos Predicadores, está construido totalmente con ladrillos rojos, y constituye uno de los mejores exponentes de arquitectura languedociana de estilo gótico meridional. Siglo XIII.

Tras otra parada técnica, llegamos a cenar cerca de Marsella. Nos alojamos en Marsella.

Día 2 (8 de octubre): (264 k m)

 Salimos de Marsella pronto hacia Saint Maximin de la Sainte Baume, situada en el departamento de Var que se halla en la región francesa de Provenza-Alpes-Costa Azul.

Villa Lata, pequeña aldea galo-romana que tras la muerte de San Maximino de Aix adoptó su nombre, debe su fama a partir del siglo XIII al descubrimiento de las tumbas de Saint Maximin y de Santa María Magdalena. Según la tradición, María Magadalena después de pasar muchos años haciendo penitencia en la gruta de la Sainte-Baume fue enterrada en la cripta de Saint Maximin. Sus reliquias, escondidas en 716, durante la invasión de los sarracenos que devastaron la región, fueron descubiertas en 1279 por Carlos de Anjou, quien sobre las ruinas de la cripta hizo edificar una basílica y, al lado de la misma, un convento en el que se instalaron unos dominicos como guardianes de las tumbas. (Gótico del siglo XIII).

Después de la visita a la Basílica nos dirigimos a comer en un restaurante cercano. Ya a la tarde fuimos a la abadía de Thoronet, la mejor de las abadías cistercienses de Provenza.

Fue construida entre 1160 y 1230. Reconocida por su arquitectura escasa pero precisa y su notable acústica y ahora protegida como Monumento Nacional, la abadía ofrece una visión fascinante de la vida bajo la orden cisterciense de San Bernardo. Es una de las “tres hermanas provenzales” (Thoronet – Senanque -Silvacane). Es también una de las más bellas de la arquitectura cisterciense. El conjunto expresa con fuerza la simplicidad y el rigor inspirados por san Bernardo.

Más tarde fuimos a Aix- en- Provenze. Es otra ciudad de origen romano, como Arles o Nimes. Fue fundada en el 122 a.C con el nombre de Aquae Sextiae. La población es de unos 140.000 habitantes lo que le da una talla bastante humana. Es una ciudad muy soleada, con los 300 días de sol cada año correspondiente a toda la región. Es una ciudad de agua también. Las fuentes se encuentran en todas las plazas y hacen reverberar el sol mediterráneo que se estrella contra las fachadas blancas. Y con el cielo azul, el panorama es apetecible. Además, a diferencia de otras ciudades, sobre todo de aquellas situadas en el valle del Ródano, Aix se ve libre de las acometidas del frío Mistral.

La catedral de Saint-Saveur se construyó sobre el antiguo templo de Apolo entre el siglo V y el XVII, lo que hace de ella un edificio ecléctico.

En la portada se observa una parte románica del XII, otra gótica del XV y XVI, mientras que en el interior románico y gótico se unen al barroco del baptisterio octogonal. La catedral no es muy grande, pero posee pinturas y esculturas de bella factura. Volvimos a cenar y pernoctar en Marsella.

Día 3 (9 de octubre): (173 Km).

Salimos pronto para la visita guiada a Marsella, la Massalia griega, la Marsella medieval y renacentista.

Marsella opulento puerto de comercio, puerta de Provenza y de Francia, ciudad refugio para los franceses de Argelia, para los argelinos después, Marsella ciudad de contrastes, de riqueza y de decadencia, de mar y de monte, todo esto y mucho más es Marsella. Los orígenes de la ciudad son muy antiguos. Hacia el 600 a. C, navegantes griegos llegaron desde Focea en Asia menor. Los foceanos fundarán Massalia y su llegada supondrá un cambio capital para todas las poblaciones de la región. Los griegos traerán nuevos productos y técnicas y cambiarán la relación de poder de toda la costa e interior. La colonia será la más importante de todo el Mediterráneo occidental. Es el comienzo de una larga historia…

Marsella está llena de monumentos. Muchos se concentran en la zona del puerto y las islas de Marsella, otros en las colinas que vigilan la ciudad, otros finalmente en los barrios de la gran urbe mediterránea.

El viejo puerto de Marsella está flanqueado por dos fuertes que lo protegen y encierran. Alejado del moderno embarcadero de los ferris que unen la ciudad foceana con el Mediterráneo, este gran puertecillo rectangular parece de juguete. Pero no lo es, pues organiza prácticamente toda la ciudad, atrayendo a los paseantes y los turistas que se mezclan calmamente en sus alrededores, en las terrazas, en las tiendas o sentados frente al mar viendo caer el sol.

Visitamos la basílica de Sainte-Marie-Majeure. (Santa María la Mayor).

Es un edifico imponente, aunque disminuido por su entorno, de estilo románico bizantino. Sustituye a otro edificio anterior románico que está en restauración, la Catedral Vieja Mayor, del siglo XII.

La basílica Mayor fue construida entre 1853 y 1893. La ciudad se encontraba en plena expansión económica y junto a la estación de Saint-Charles (1848) o los Palacios de la Bourse (1852) o Longchamp (1864) se construyen monumentos propagandísticos como este o la basílica de Notre-Dame de la Garde. Arquitectura grandiosa, similar a la basílica de San Pedro de Roma, construida de mármol de Carrara, piedra verde de Florencia, pórfido, etc. con un aspecto bastante particular para ser un edificio religioso. Mezcla de estilos, con cúpulas y mosaicos pseudobizantinos y elementos románicos y góticos, pero con planta latina. A pesar del esplendor de los materiales la iglesia parece en desuso, abandonada, como la mayoría de los edificios religiosos de Francia. Dado que el propietario, y quien debe ocuparse del mantenimiento, es la Iglesia católica francesa las iglesias se caen. Y el Vaticano no está dispuesto a sostener sus iglesias…

Algunas personas realizamos la visita opcional a la Abadía de San Victor.

Los restos más antiguos de esta iglesia son de finales del siglo X, destacando la torre llamada de Isarn, a través de la cual se accede hoy a ella. Al parecer, este lugar fue el primero consagrado a la religión cristiana en lo que hoy es Francia y ello mucho antes de la construcción del actual templo.

La reconstrucción de la iglesia tuvo lugar en el siglo XII en estilo románico. Entre el siglo XI y el XIV la abadía jugará un rol importante en la zona, desde Aragón hasta Italia, teniendo como insignes abades a los Papas Urbano V y Gregorio XI. La abadía irá perdiendo importancia con el discurrir de los siglos y la Revolución transformará el templo en depósito, prisión y cuartel lo que evitará su demolición. Napoleón devuelve al edificio su carácter religioso. Hoy en día, su estilo románico destaca por sus líneas simples y militares que se recortan en el azul del cielo marsellés.

También visitamos la Iglesia de Saint Lorenzo. Iglesia Románica de los siglos XII y XIII, tomó prestado su nombre del fuerte vecino.

Después de comer tomamos un barco para dirigirnos a las Calanques, una especie de rías que parecen fiordos pequeños aunque no lo sean. El mar ha creado estas hendiduras en el macizo granítico o calcáreo aprovechándose de las fallas y las grietas de la roca. Teniendo en cuenta que la zona está sometida a un rudo clima mediterráneo en donde se acumulan los días secos y caluros, interrumpidos sólo por lluvias torrenciales en otoño y primavera, la erosión ha tallado con dureza el paisaje, árido y pedregoso, duro pero inmensamente bello. El mar con sus azules tan vivos y el cielo la mayor parte del año disponible, aumentan el placer de practicar trekking o de pasear simplemente un domingo plácido. Más tarde nos desplazamos hasta Avignon para pernoctar.

Día 4 (10 de octubre): (115 Km).

Nos levantamos pronto en Avignon para dirigirnos a Roussillon y visitar le Sentier des Ocres o Sendero de los Ocres. Es un recorrido por los bosques entorno al pueblo de Roussillon en el que se pueden encontrar 17 matices del material del ocre. Auténtica curiosidad geológica, las canteras de múltiples colores naturales contribuyen a que Roussillon sea uno de los lugares más renombrados de Luberon. Tuvimos la posibilidad de pasear por este auténtico laberinto multicolor siguiendo los carteles informativos sobre la formación y la explotación de estas famosas canteras de ocre. Roussillon se encuentra en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul, departamento de Vaucluse, y es un pueblo que utilizaba los materiales ocres de las canteras para construir sus viviendas.

La leyenda que se cuenta en Roussillon para explicar la peculiar mezcla de colores en su sendero tiene que ver con la esposa de Raymond de Aviñón, quien se suicidó dejándose caer por el acantilado, dando así, según las leyendas, ese tono rojizo con su sangre. Dejando a un lado los cuentos, la verdadera explicación de la pigmentación del terreno se debe a que está formada por arena arcillosa y óxido de hierro, pasando por períodos sedimentarios y de oxidación.

Roussillon es uno de los pueblos más bonitos de Francia. Está situado en el corazón de la Provence, concretamente en el Luberon, a los pies de los Montes de Vaucluse. El pueblo guarda un encanto especial, no tanto por su papel histórico como por su situación en el corazón de uno de los depósitos de ocre más grandes del mundo, lo cual justifica el color ocre de sus casas. Y es que, la villa es famosa por sus magníficos acantilados rojos y canteras de ocre, que inundan el paisaje con tonos rojos, amarillos y marrones formando un contraste llamativo con el verde de los bosques que rodean el pueblo. Es fácil de entender, pues, que Roussillon haya sido durante décadas el reclamo de cientos de artistas que han encontrado la inspiración en aquel paisaje tan peculiar. Todo ello, le ha valido a Roussillon para ser clasificado como uno de los pueblos más bonitos de Francia y una visita obligada en cualquier ruta por la Provence.

Seguidamente fuimos a comer en un restaurante cercano y después fuimos a la abadía de Sénanque.

Es un monumento imprescindible de Provenza. Ubicado en medio de campos de lavanda, en el fondo de un pequeño valle verde, fue fundado en 1148 por monjes cistercienses procedentes de Mazan, en Ardèche. Estos monjes siguen estando presentes en el lugar, viviendo dentro de la más pura tradición monástica, según la regla de san Benito. Sus días están presididos por la oración y el trabajo, que consiste en el cultivo de la lavanda y la producción de miel. Auténtica joya del arte románico provenzal, la abadía de Sénanque constituye también uno de los testimonios más puros de la arquitectura cisterciense primitiva. La iglesia abacial, el claustro, el antiguo dormitorio, la sala capitular y el calefactorio

(todos ellos construidos en los siglos XII y XIII) están abiertos al público. Pero atención, con el fin de preservar la quietud del lugar, las visitas se deben realizar en completo silencio.

Más tarde nos acercamos al pueblo de Gordes.

En el interior de la Provenza, en pleno Parque Natural de Luberon y colgando de un otero de 370 metros encontramos Gordes, el pueblo más bonito de la región. La imagen al acercarnos es impactante, de postal.

Este precioso macizo donde la roca de las casas y la montaña se han hecho uno es un lugar con mucho encanto. Desde lejos, se ve austero y algo rústico con su piedra clara y sus tejados terracota, pero al adentrarnos en sus serpenteantes calles, nos embriaga de su encanto y sus detalles. Lo principal que ver en Gordes es su castillo y su iglesia.

Históricamente tiene orígenes romanos, aunque su peculiar localización es fruto de posteriores invasiones y ataques de mercenarios en la zona, que obligó a los locales a instalarse en áreas muy escarpadas y fortificadas de difícil acceso. Es un enclave que ha atraído a muchos artistas como el pintor flamenco Pol Mara, que tiene su propio museo. Volvimos a Avignon para pernoctar.

Día 5 (11 de octubre)

Avignon (Visita Ciudad). Avignon (Aviñón en castellano) nació como emporio, fundado por fenicios de Marsella a mitad del s. VI a C en torno a la colina que aún domina la ciudad: la Rocher des Doms. Los capítulos más relevantes de su historia están marcados por la religión. En el siglo IV se establece la Diócesis de Aviñón (ascendida a Archidiócesis en 1475), una institución que alcanzaría enorme protagonismo en la etapa del Papado de Aviñón (1309 – 1377), durante el cual siete papas residieron allí para evitar la inseguridad de Roma. Este periodo, además, desembocó en el famoso Cisma de Occidente (1378 – 1417), época en la que dos papas (“antipapas”, en realidad) reclamaron el sumo pontificado desde Aviñón.

El Palacio Papal está considerado uno de los edificios de estilo gótico más grandes e importantes de Europa. Construido entre 1335 y 1352 por el papa Benedicto XII y su sucesor Clemente VI, este palacio forma parte de los 10 monumentos más visitados de Francia y muestra todo el esplendor que adquirió la ciudad durante la Edad Media cuando se trasladó la sede papal desde Roma y se convirtió en la capital de la cristiandad.

En el interior de este edificio, que equivale a 4 catedrales góticas y en el que se sucedieron 9 Papas durante el siglo XIV, puedes visitar 25 salas llenas de frescos pintados por grandes maestros como los del Salón del Gran Público y las capillas de San Marcial y San Juan. Otras salas interesantes son el Consistorio, los apartamentos privados del Papa, la Gran Audiencia, el Gran Tinel (sala de banquetes), el Patio de Honor, la Gran Capilla Clementina, el Claustro de Benedicto XII y sobre todo, las vistas al interior del palacio y la ciudad desde sus terrazas.

La Catedral de Aviñon o Notre-Dame-des-Doms.

Situada junto al Palacio de los papas en la magnífica Place du Palais, es otro de los lugares que ver en Avignon imprescindibles. Construida en el siglo XII en estilo románico, esta catedral impresiona a primera vista por la escultura de plomo dorada de 6 metros de la Virgen que corona una de las torres y por el conjunto del edificio, que a pesar de sufrir destrozos y varias reconstrucciones, la última en el siglo XVII, mantiene alguna de sus joyas como el pórtico de entrada, el precioso mausoleo del papa Juan XXII, la capilla de la Resurrección, el órgano del siglo XVII y el coro tallado en madera.

Luego fuimos al Puente de Avignon.

El Puente de Aviñon o Pont St-Bénézet, del que solo permanecen en pie cuatro de los veintidós arcos que tuvo en la Edad Media, es otra de las cosas que hacer en Avignon imprescindibles.

Situado sobre el Ródano, este puente medieval construido entre 1171 y 1185 era utilizado por los peregrinos y comerciantes de camino hacia España o Italia, siempre que las guerras y conflictos armados no lo inhabilitaran. En él se encuentra la Ermita Románica. Este puente también es famoso por la canción popular francesa «Sur le pont d’Avignon» y por tener en uno de los arcos, la capilla de San Nicolás o de San Benezét.

También visitamos las murallas de Aviñon que rodean la ciudad desde la época romana y se fueron ampliando durante la Edad Media, es otro de los imprescindibles que visitar en Avignon. Estos muros de más de 8 metros de altura por 3 de anchura y 4,3 kilómetros de largo, presentan tan buen estado de conservación que la sitúan entre los mejores ejemplos de fortificaciones medievales de Europa. En la actualidad se pueden ver hasta 36 torres cuadradas y 3 semicirculares, entre las más famosas están laTour des Chiens y la Tour du Chatelet, además de tres puertas del siglo XIV.

Ya por la tarde después de comer, (opcional) algunos fuimos a Villeneuve lés Avignon y vimos el fuerte de Saint André del siglo XIV, aunque en su interior existe una ermita del siglo XII, que no pudimos ver.

Día 6 (12 de octubre): (138 Km).

Salimos de Avignon para dirigirnos a Orange.

Orange fue fundada por los romanos hacia el 35 a. C. con el nombre de Arausio. Durante siglos floreció bajo el Imperio Romano, periodo del que se conservan el teatro y un arco de triunfo. Su actual nombre llegaría más tarde por relación con la fruta y la distorsión de Arausio (similar a “arange”). Cristianizada y convertida en obispado en el s. IV, la ciudad pasó por manos de numerosas familias hasta llegar a una fecha clave: 1544. Por entonces Orange pertenecía al Sacro Imperio Romano y el alemán Guillermo I de Nassau heredó de rebote el título de Príncipe de Orange, dando lugar a la Casa Orange-Nassau que en nuestros días reina en Holanda.

Guillermo de Orange-Nassau, cuyo estandarte pasó a ser naranja al heredar el título, se convirtió en el principal caudillo de la rebelión contra España que dio lugar a la independencia de los Países Bajos. Así pues, la curiosa historia de Orange incluye 169 años de influencia holandesa.

De hecho, Orange no pasaría a ser 100% francesa hasta 1713. Hoy la ciudad alberga casi 30.000 personas, siendo la 3a más poblada del departamento de Vaucluse.

El teatro romano es el gran atractivo turístico de Orange. Está ubicado en pleno corazón de la ciudad y ya al acercarnos a él podemos comprobar su majestuosidad. En cuanto a su interior, aunque por desgracia se perdió el graderío original, sí se conserva lo más importante: la espectacular fachada escénica, con más de 100 m de largo y 37 de alto.

La fachada escénica, organizada en tres niveles, estaba embellecida con mosaicos de colores, múltiples columnas y frisos, y casi 80 estatuas colocadas en nichos. De toda esa decoración hoy solo se conserva una enorme estatua de 3,5 metros de Augusto, aunque probablemente se trate de una reconstrucción muy posterior. Con algo de imaginación y la inestimable ayuda de la audioguía, uno puede sentarse en las gradas y visualizar perfectamente cómo debieron ser las representaciones dramáticas y cómicas de la época.

También vimos el Arco de triunfo de Orange. A menos de 1 km del teatro, en dirección norte, se encuentra el Arc de triomphe d’Orange, que también forma parte del conjunto histórico protegido por la UNESCO.

Si bien no es el arco de triunfo más espectacular que hayamos visto, fascina pensar que este vestigio romano ha sobrevivido a unos 2.000 años de historia. Una inscripción en el arco, dedicada al emperador Tiberio, situaría su construcción en el año 27, pero es probable que sea mucho más antiguo.

Respecto a su estilo, hay que destacar que es el más antiguo de cuantos presentan tres arcos, con un arco central más grande que los dos laterales. Este modelo sería usado siglos más tarde en los famosos arcos de Septimio Severo y de Constantino, en Roma. El de Orange, sin embargo, es algo más pequeño que estos (19,2 m de alto) y se conservan pocos elementos decorativos. Lo más reseñable son las columnas corintias adosadas y el relieve de la parte superior, que hace referencia a una batalla de la Legio II Augusta.

Después de la comida nos dirigimos al Pont du Gard, a unos 20km de Nîmes y otros tantos de Avignon.

Es una de las 5 principales atracciones turísticas de Francia y forma parte del Patrimonio de la Humanidad desde 1985. Se estima que fue levantado por los romanos entre el año 40 y el 60 dC. Es decir; en unas décadas cumplirá 2.000 años. Sin embargo, el tiempo parece no haberle pasado factura.

De hecho, es el segundo mejor conservado del mundo tras el de Segovia, cuya antigüedad podría ser similar.

Durante mucho tiempo se creyó que el Pont du Gard había sido construido en torno al año 19 aC. Sin embargo, excavaciones más recientes y el hallazgo de antiguas monedas hicieron cambiar de parecer a los expertos, que situaron su fecha de creación hacia mediados del s.I dC. Unos 1.000 trabajadores se encargaron de llevar a buen término la obra, cuya obvia finalidad era transportar agua (aunque más tarde acabaría sirviendo únicamente para el tráfico de carros y personas).

En cuanto a sus características, lo primero que me gustaría aclarar es que el término “acueducto” hace referencia a un sistema de irrigación que permite transportar agua. Los acueductos pueden tener kilómetros de largo, así que la parte que normalmente llamamos acueducto es en realidad un puente construido para salvar un desnivel en el recorrido. Dicho esto, será más fácil comprender que el Pont du Gard formaba parte de un acueducto de 50km. De esa distancia, 275m transcurrían por el puente. Su altura en el punto más alto es de casi 50 metros y tiene un total de 52 arcos repartidos en 3 niveles.

Como curiosidad, os comento que algunas de las piedras pesaban hasta seis toneladas y que se necesitaron unos quince años para finalizarlo. De allí nos dirigimos a Arlés para pernoctar.

Día 7 (13 de octubre): ( 57 km).

Salimos de Arlés pronto para dirigirnos a la Abadía de Montmajour.

Un interesante conjunto monacal declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Esta antigua abadía benedictina, fue edificada sobre una colina rocosa en un maravilloso enclave que domina una llanura al noreste de Arles.

Un poquito de historia. Teucinde, una mujer de la aristocracia borgoña, distribuye sus bienes a las comunidades religiosas de Arles, y en el año 949, compra la isla de Montmajour. La isla es donada a los monjes benedictinos que viven en la zona, esto se puede leer en su testamento del año 977, tras lo cual se funda la abadía de Montmajour.

Los alrededores de la abadía han cambiado ostensiblemente, ya que en sus orígenes se encontraba rodeado de marismas a modo de isla. Estas fueron desecadas en 1642 y ahora se pueden ver grandes extensiones de viñedos en su lugar.

Todo comenzó con la Capilla de Saint-Pierre construida en el siglo XI, que creció rápidamente debido a los peregrinos que acudían a la Capilla Saint Croix. En ella se conservaba una reliquia de la Cruz Verdadera.

Con el tiempo se construyó la abadía, que en el siglo XIII se convirtió en un importante centro que llevaba un total de 56 prioratos circundantes.

La guerra de los Cien Años, en el siglo XIV, la dejaron tocada y después las guerras de Religión, produjeron que en 1593 la comunidad se viese obligada a abandonar el monasterio refugiándose en Arlés.

La congregación de Saint-Maur, pudo tomar de nuevo las riendas en 1639, pero la Revolución francesa llegó sin haber podido terminar la reconstrucción, los monjes fueron expulsados y el convento vendido a particulares. La degradación y el saqueo hicieron su parte, hasta que pasa a ser propiedad del Estado en 1945.

Este complejo tras todos estos acontecimientos, se compone de diversos edificios testimonio de varios estilos y épocas ya que fue construido entre los siglos XI y XVIII.

De allí fuimos a Les-Baux-de-Provence, una encantadora comuna francesa situada en la bella región de Provenza-Alpes-Costa Azul. Su estratégica situación sobre un espolón rocoso en el corazón del macizo de los Alpilles le valió para la clasificación de uno de los pueblos más bellos de Francia. El pueblo alberga monumentos de alto valor cultural, como el Castillo de Les Baux, testimonio de la historia de la Edad Media, la iglesia románica de San Vicente, e interesantes museos, sin duda una visita turística imperdible en nuestro país vecino. Durante la edad media estuvo gobernada por diferentes familias de la Provenza, a finales del siglo XIV pasó a los condes de Provenza y después a la realeza que los dejó en un estado de profunda pobreza por tantos impuestos a los que les sometieron.

Poco a poco los edificios fueron abandonándose, quedando la población prácticamente en ruinas. Por suerte en el siglo XIX, se descubrieron ricos depósitos de bauxita en los alrededores y gracias a las canteras, el centro histórico se repobló gradualmente.

En la actualidad son las canteras las que han cerrado casi en su totalidad, pero Lex Baux, resurgido de sus cenizas, se ha reformado, está poblada y sus habitantes viven principalmente del turismo.

Una de las joyas arquitectónicas de la ciudad es la iglesia de San Vicente

Construida en el siglo XI. Está parcialmente excavada en la roca, es de estilo románico provenzal, y está dedicada a San Vicente de Zaragoza, una de las primeras víctimas de las persecuciones contra los cristianos del siglo IV. En el interior destacan dos pilas bautismales, una del siglo XVIII, otra excavada en la roca, y las vidrieras donadas en 1960 por el príncipe Rainiero de Mónaco.

A un lado del edificio se encuentra la Linterna de los Muertos que ya hemos visto en otras poblaciones como en Sarlat. Esta pequeña torre con una base circular, adornada con gárgolas, tiene en su interior una llama para rendir homenaje a todos los muertos de Les-Baux-de- Provence.

A su lado se encuentra la Capilla de los Penitentes Blancos, construida a mediados del XVII por dicha hermandad.

Después de comer nos acercamos a Glanum. Fue una ciudad romana situada en la Vía Domitila, a las afueras de la actual Saint-Rémy-de-Provence. La ciudad había sido lugar de una ocupación gala y, más tarde, helenística antes de que los romanos llegaran y la conquistaran (pudo ser entre el 125 y el 90 a.C.).

Como en cualquier otra ciudad romana, encontramos el foro, las termas, la basílica, etc.

Junto a la carretera que lleva a la antigua ciudad romana podemos ver dos monumentos muy sobresalientes. Por un lado, tenemos un arco de triunfo construido entre los años 10-25 d.C., el cual delimitaba la zona urbana de Glanum. En él podemos ver relieves que ensalzan la gloria de Roma y advierten de la suerte que corren sus enemigos.

Por otro lado, encontramos un mausoleo levantado a la entrada de la necrópolis entre los años 30-20 a.C. por los descendientes de un local notable que había luchado con César, con tan buena suerte que le fue concedida la ciudadanía romana y el gentilicio de Julius.

Cercano esta uno de los pueblos más conocidos de la Provenza, donde Van Gogh vivió y pintó una de sus obras más famosas: “La Noche Estrellada”.

Saint-Rémy de Provence es lo que todo el mundo espera cuando sueña despierto con la Provenza: calles inmaculadas con edificios blancos de ventanas de colores, pequeñas plazas con encanto, tiendas con productos de la tierra cada cual con más encanto, pequeñas boutiques de ropa veraniega y con estilo, todo ello con un sabor típicamente francés.

Luego nos desplazamos a el monasterio de Saint Paul de Mausole.

Desde su fundación a finales de ese siglo XI hasta la llegada de los papas de Aviñon en 1309, el monasterio se mantuvo habitado por monjes, que se ocupaban de actividades relacionadas con la rica agricultura del lugar. En este monasterio Van Gogh pintó 150 cuadros en un año.

En las cercanías de la localidad de Saint Remy de Provence, a finales del siglo XI, y al lado de las espectaculares ruinas romanas de Glanum se fundó un pequeño monasterio. Este llevó desde un principio el nombre de San Pablo, santo sobre el cual recaía una antigua historia, desde la cual se conservaban sus reliquias en dicho lugar. El sobrenombre de Mausele, es evidente que proviene de los mausoleos romanos que quedaron al lado del monasterio.

Tras la llegada del segundo papa de Aviñón, Juan XXII, el monasterio pasó a estar regido por la figura de un diácono, en clara sintonía con un Papado más preocupado por los asuntos contantes, que de la tradicional vida monástica. Dicho menester llevó, tras la vuelta de los papas a Roma, a una continua pérdida de importancia hasta principios del siglo XVII.

En ese punto del año 1605 es cuando el monasterio empieza a adquirir la función por la que será reconocido en un futuro. Ese año los franciscanos se harán cargo del mismo a cambio de cuidar de los enfermos de la vila y aledaños.

Pero todo volverá a cambiar con la Revolución Francesa de 1789, los monjes son obligados a huir, y el monasterio pasa a depender de las autoridades municipales de Sant Remy de Provence. Seguidamente en 1807 será comprado por el Doctor Mercurin, que instalará en el mismo un hospital Psiquiátrico. Tras la muerte del doctor en 1848 sus herederos, junto a una congregación religiosa de monjas, se harán cargo del mismo a la espera de tan ilustre personaje. El 8 de mayo de 1889 ingresó en Saint Paul de Mausole, Vincent Van Gogh.

Nos acercamos a la coqueta Arlés es una de las principales puertas de entrada a la región de la Provenza, ubicada en el sureste de Francia. Esta ciudad bañada por el río Ródano no solo tiene un legado romano espectacular, declarado Patrimonio de la Humanidad, sino que alberga un interesante conjunto medieval y buen número de rincones que alcanzaron la fama tras ser inmortalizados por van Gogh.

Vimos el anfiteatro de Arlés, más conocido como “Arènes”, es el monumento romano más importante del conjunto protegido por la UNESCO que alberga la ciudad. Su fecha de construcción se sitúa hacia el año 80 d.C y se estima que por aquellos tiempos podía acoger a unos 21.000 espectadores. Con una longitud de 136 m de largo, las Arenas de Arlés se encuentra entre los veinte anfiteatros más grandes del mundo romano. Hoy en día suele acoger espectáculos de tauromaquia, así como obras de teatro, conciertos, etc.

Después fuimos a la cathédrale Saint-Trophime que perdió su estatus de catedral hace más de dos siglos, pero sigue siendo tratada como tal y es el edificio religioso más relevante de la ciudad. Tanto la iglesia como su claustro están incluidos dentro del conjunto romano y románico protegido por la UNESCO.

Las partes más antiguas del templo datan de los siglos XII y XIII, como su espectacular pórtico románico, el crucero o el campanario. No hay que perderse tampoco los sarcófagos paleocristianos, el coro gótico, las vidrieras, los tapices y cuadros, etc.

Día 8 (14 de octubre): (170 Km)

Salimos de Arlès con dirección a Saint-Gilles du Gard.

En la Edad Media, la ciudad va creciendo alrededor de la tumba de su fundador Gilles. Así es como se construirá la abadía benedictina dedicada a San Pedro y San Pablo.

Puerta de la Camarga del Gard y lugar destacado de peregrinación en el Camino de Santiago, la ciudad de Saint-Gilles conserva su antiguo monasterio benedictino, fundado a finales del siglo VII por el eremita Gilles, del que mantiene un más que notable vestigio: la iglesia abacial de Saint-Gilles (siglo XII). Inscrita en el patrimonio mundial de la UNESCO, su fachada románica, adornada con infinidad de detalles esculpidos que representan los episodios de la vida de Cristo, constituye por sí sola una obra maestra del románico. Otra joya digna de contemplación es la famosa escalera de caracol del antiguo coro, cuya calidad fue elogiada por muchos obreros talladores de piedra que daban la vuelta a Francia.

El santuario de Saint Gilles, ubicado en la cripta de la iglesia, es objeto de peregrinación, en particular, de mujeres que desean quedar embarazadas o que sufren de infertilidad.

Seguidamente fuimos a Aigues-Mortes, un hermoso pueblo francés rodeado de gruesas murallas, desde las que puedes ver la animada población con sus puertas fortificadas y sus torres y también contemplar parte de la región de Camarga. La región natural de Camarga se extiende entre los dos brazos principales del delta del Ródano y la costa mediterránea y está formado por arenas, grava, lagunas y marismas rosas.

Tuvimos la suerte de que las fiestas patronales coincidieran con nuestra visita y pudimos disfrutar de música, animación y vaquillas.

Cuando la ciudad aún no existía, en esta zona solo había pantanos y marismas, por eso el nombre de Aigues-Mortes (Aguas muertas), que procedente del latín Aquoe Mortuoe.

En el año 1240 el rey Louis IX, encontró en este lugar la zona estratégica perfecta para el comercio con Italia y el Oriente Medio, el mar se encontraba mucho más cerca que en la actualidad. Consiguió estas tierras de la abadía de Psalmodi, adecuó una red de canales a varias ciudades y al mar, y construyó la Torre del Rey y un castillo (en la actualidad el castillo no existe y la torre se llama Constancia).

La fortaleza medieval que encierra la ciudad vieja, comenzó a construirse en el siglo XIII. Tiene forma cuadrada y 1634 metros de perímetro, camino de ronda y veinte torres.

Las murallas son anteriores a la construcción de la ciudad, creada en 1246. Ya que Aigues-Mortes era en aquellos años una escala comercial de Génova, había un impuesto que pagar al atracar en estas aguas, y gracias a este fueron costeadas las murallas. Están construidas con piedra calcárea traída en barco de las canteras de Beaucaire y de Les-Baux-de-Provence.

Allí comimos carne de toro en el restaurante “Toro Luna” y después nos dirigimos a Saint-Guilhem-le-Désert.

Ha sido declarado monumento histórico, Patrimonio de la humanidad por la Unesco y forma parte del Camino de Santiago francés.

En el centro de las Gargantas del Herault, en el valle de Gellone, la ciudad medieval de Saint Guilhem-le- Desert se extiende por sus callejuelas a lo largo de un bosque de verdura, siguiendo la ondulación del río Verdus. Sus antiguas callejuelas se extienden, bajo el sol del Languedoc desde hace doce siglos.

Si bien es cierto que sus calles imbricadas las unas en las otras, cubiertas de tejas patinadas por el sol y el peso de los años, no son todas singulares, no es menos cierto que todas ellas muestran al descubierto el rastro de su pasado: arquerías, dinteles, ventanas geminadas …

El pueblo, desarrollado alrededor de la Abadía de Gellone, ha conservado una profunda huella medieval y constituye un conjunto de una armonía nada frecuente en Languedoc.

El origen de la abadía de Saint Guilhem le Désert está vinculado a dos personajes:

Benito de Aniane (750? -821) y Guillermo I de Tolosa (768-812).

Se consideró a Guillermo como santo y a partir de ahí se tejieron una serie de leyendas a su alrededor que tuvieron mucha popularidad en la época. También influyó el hecho de que aquí se conservaba una preciada reliquia de la Vera Cruz que se considera que llevó el mismo fundador, como donación de Carlomagno.

Como es habitual en este tipo de edificaciones, las construcciones se fueron levantando a lo largo de la historia de la abadía. No hay ningún resto aparente de las primeras construcciones de la época fundacional, de comienzos del siglo IX. Los vestigios más antiguos se encuentran en la cripta redescubierta en 1962 bajo el presbiterio. Estos restos seguramente pertenecen a una segunda construcción del siglo X, prerrománica.

Ya a la tarde visitamos Montpellier.

A diferencia de otros pueblos y ciudades del sur de Francia, Montpellier no tiene pasado romano por su tardía fundación. Fue creada en el siglo VIII, a 5 km de la costa, a causa de la amenaza de los ataques piratas. Fue en el siglo X cuando empezó a adquirir importancia gracias al comercio promovido por los condes de Toulouse. En 1204 entró a formar parte del Reino de Aragón.

Jaime I el Conquistador nació en la villa en 1208, antes de dedicarse a sus campañas expansivas. Tras la muerte de este rey, las tierras pasaron a depender del reino de Mallorca. Jaime III las venderá en 1349 a Felipe IV de Francia para financiar la guerra contra Pedro IV de Aragón.

Más tarde, ya en la Edad Moderna, Montpellier será un bastión de los protestantes. Las guerras de religión arrasarán la región y causarán innumerables víctimas. En el siglo XIX se producirá el definitivo salto económico que ha hecho de Montpellier la segunda ciudad en importancia del sur de Francia, tras Marsella. Hoy en día Montpellier destaca por sus industrias de punta y por ser un polo de investigación y desarrollo junto a Toulouse y Niza.

Visitamos un Mikve medieval Judio del siglo XII.

De estilo románico, con 15 escalones rituales, está alimentado por un manantial. La mikve es el espacio donde se realizan los baños de purificación que prescribe el judaísmo. Se trata de un contenedor de agua donde una persona pueda sumergirse completamente. La Mikve no puede estar llena con agua estancada, sino que tiene que ser agua corriente. Puede ser utilizada tanto por hombres como por mujeres, aunque hoy en día solo las mujeres conservan la obligación de utilizar la Mikve en forma ritual 7 días después de la culminación de cada ciclo menstrual. Algunos hombres acostumbran a utilizar la Mikve solo en la víspera del día del Perdón, mientras que los Jasídicos lo hacen a diario.

Pernoctamos en esta ciudad.

Dia 9 (15 de octubre): (533+152= 685 Km).

Nos dirigimos hacia Carcassonne.

Uno de los mejores ejemplos de ciudad medieval fortificada es Carcasona (Carcassonne).

Su casco antiguo, en el que todavía vive gente, está protegido por 3 kilómetros de murallas, repartidas en dos recintos concéntricos, con 52 torres y robustas puertas. Es una ciudad Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Con el paso de los siglos y tras haber sido un lugar estratégico importante para romanos, visigodos y francos. La ciudadela sufrió un importante revés al convertirse en un gran feudo cátaro durante la cruzada en su contra y fue perdiendo importancia para Francia la ciudad estaba en estado ruinoso y como ya hemos visto en otras localidades, las piedras de sus muros eran robadas y utilizadas para otras construcciones.

En el siglo XIX, el historiador Jean Pierre Cros Mayrevieille y el arquitecto Viollet le Duc, hicieron todo lo posible para conseguir que la Sociedad Francesa de Arqueología recuperara el conjunto histórico de Carcassonne añadiéndole además elementos nuevos, dándole así más belleza al conjunto y acercándonos a la Edad Media. En el interior vimos la Catedral Románica de Saint Nectaire, del siglo XIII.

La cité de Carcassonne, o si lo prefieres Carcasona, es una ciudad medieval situada en la cima de una colina del área de Languedoc al sur de Francia.

Después de comer regresamos a Vitoria-Gasteiz, con una parada técnica y dejando a las cuatro personas de Bilbao en Donostia/San Sebastián.

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Ángel Benito.

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