La pieza románica 6. La arquivolta figurada de la iglesia de San Esteban de Ullíbarri Arrazua
El pueblo de Ullíbarri Arrazua, en el municipio de Vitoria-Gasteiz, conserva parte de la estructura de su iglesia románica dedicada a San Esteban y una portada del siglo XIII que se puede considerar un ejemplo de transición hacia el gótico. Dos de sus cinco arquivoltas están decoradas: una de ellas con motivos fitomórficos muy habituales en el románico alavés y la otra con trece figuras que se disponen siguiendo el sentido del arco.
Entre estas figuras encontramos tres cabezas, una de ellas con caracteres negroides. Hay también dos hombres que parecen sostener un peso sobre sus cabezas a modo de atlantes, un rey sentado en su trono, otras dos figuras sentadas, probablemente eclesiásticos, que sujetan sendos objetos, otros dos hombres que se pelean, un obispo bendiciendo, dos damas con pomos de ofrendas en sus manos, un pastor con su rebaño o, tal vez, un cazador, y un caballo al trote.
Son motivos que se repiten en portadas, ventanas y canecillos de otros templos alaveses construidos entre el último tercio del siglo XII y mediados del XIII. Y muchos de ellos aparecen en edificaciones de otros territorios, atestiguando que existían modelos comunes que en algún momento tuvieron significado para sus promotores y que se habían ido copiando una y otra vez hasta terminar siendo un conjunto de decoraciones que carecen de un significado conjunto.
La nave de la iglesia de San Esteban de Ullíbarri Arrazua conserva su estructura románica, aunque consolidada a finales del siglo XVI. Se trata de dos tramos de nave con arcos fajones apuntados y bóveda de cañón. A finales del XVI se cubrió el crucero con bóveda estrellada y en el XVIII se sustituyó la del ábside.
Su portada presenta una arquivolta decorada con trece figuras que recuerdan las de otros templos alaveses pero cuyo significado en conjunto, si lo tiene, no podemos entender hoy.
La portada se abre en el muro sur, cobijada por un pórtico neoclásico de tres arcos rebajados.
Está formada por cinco columnas a cada lado y una media columna más cerrando el conjunto. Apoyan sobre basas decoradas con garras y quedan separadas entre sí por resaltes en ángulo.
Las columnas rematan en pequeños capiteles con decoración fitomórfica muy poco marcada y, sobre ellos, una imposta decorada con dientes de sierra.
Sobre dicha imposta voltean las arquivoltas del arco: la primera, la tercera y la quinta están decoradas con baquetones, la segunda presenta hojas de acanto estilizadas y la cuarta el conjunto de personajes. Todo ello se cierra por medio de una chambrana ajedrezada.
Las columnas separadas por molduras, los pequeños capiteles con decoración mínima, la imposta corrida y la disposición de las figuras en la arquivolta nos hablan de un románico de inercia, del siglo XIII muy avanzado.
Las dos imágenes que estuvieron situadas en ambos arranques de la arquivolta han desaparecido por completo.
Las trece que subsisten se disponen en el mismo sentido que el arco. Son tallas rústicas, de escaso movimiento, en las que se usan pequeñas incisiones para resaltar detalles como los pliegues o los cabellos.
Los motivos que presenta son conocidos en la escultura románica de la Llanada Alavesa. Iremos viendo cómo muchos de ellos aparecen en otras portadas o canecillos del entorno.
La primera figura que se conserva en el lado izquierdo del arco es la de un hombre del que vemos la parte de atrás y que hoy carece de cabeza. Tiene los brazos levantados y las piernas abiertas, por lo que podría confundirse con un animal.
A continuación aparecen dos cabezas, uno de los motivos más repetidos en portadas y ventanas de las iglesias románicas alavesas.
La primera de ellas cuenta con características muy específicas: cuello poderoso, mandíbula muy ancha, labios gruesos, nariz aplastada y cabello rizado. En resumen, es la cabeza de un individuo con rasgos negroides
En su estudio sobre los marginados en el románico, Agustín Gómez considera que los personajes negros son evocaciones del “otro”. Es el color que a menudo se utiliza para representar al demonio o a los verdugos infieles. Y también para caracterizar al musulmán que combate contra los cristianos. Aunque considera que la relación con lo malvado queda bastante diluida cuando solamente aparece la cabeza, a menudo mezclada con otras de personajes blancos.
En Alava, una cabeza similar aparece en un canecillo de la basílica de San Andrés de Armentia. Recuerda mucho a otra del monasterio de Santa María de Irache. Posterior es la de otro canecillo de la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora de Tuesta
La otra cabeza pertenece a un hombre joven, también en posición frontal y con un grueso cuello.
La barba está dibujada con líneas paralelas incisas, al igual que los mechones de los cabellos que sobresalen de unas hojas con las que se cubre a modo de corona.
Los ojos son grandes y muy redondos y las cejas muy pronunciadas, lo que da al rostro una expresión de asombro.
La siguiente imagen representa a dos personas que miran al frente, entrelazan sus manos y tienen las piernas enredadas.
La Enciclopedia del Románico la describe como una posible representación de una lucha de villanos.
Aún así, surge la duda de que se trate de una imagen erótica, algo que no es habitual en la zona alavesa.
En el entorno de Álava hay representaciones de parejas luchando en capiteles de la basílica de Armentia, en la iglesia de San Juan de Arrarain y en la de San Andrés de Saraso…
…así como en canecillos de las de San Vicente de Hueto Abajo / Otobarren y de San Fausto de Untzaga / Unzá.
La imagen siguiente es la de un rey coronado. Está sentado en un trono y sujeta el manto con sus manos. La barba y el cabello se marcan por medio de líneas paralelas. Es una figura de cuerpo muy corto y cabeza desproporcionada.
Vienen a continuación dos imágenes similares. Son dos hombres jóvenes sentados. Ambos se peinan con raya en medio y sostienen un objeto en sus manos. Son, tal vez, las figuras más finas del conjunto, especialmente sus rostros.
El primero de ellos sostiene un libro abierto. Viste una túnica con amplio escote decorado con doble vuelta y sobre él un manto que le envuelve los brazos y que se marca en las rodillas por medio de pliegues cruvos.
El segundo, vestido de forma similar, sostiene un objeto con sus manos. Puede ser una filacteria o, tal vez, un instrumento musical.
Dos canecillos de Armentia recuerdan estas figuras.
Y similares son las que decoran los templos de Ezkerekotxa y Hueto Abajo / Otobarren, aunque estas aparecen de pie.
Colindantes con ambas figuras aparecen una cabeza y una pareja de oferentes, las figuras situadas en la parte más alta del lado derecho de la arquivolta.
La cabeza con la que se inicia este lado de la arquivolta tiene unas característica físicas muy definidas: cuello robusto, mandíbula muy ancha, labios finos y un peinado simétrico y cuadrado que cae por debajo de las orejas.
En el románico alavés hay multitud de cabezas. Es, con toda seguridad, el motivo más repetido en el territorio. Pero algunas de ellas recuerdan poderosamente a la de Ullíbarri Arrazua, con la salvedad, tal vez, de la forma del flequillo.
Las dos oferentes se sitúan de frente, sujetando sendos pomos con sus manos veladas por los mantos. Cubren con tocas el cabello, peinado con raya en medio, y visten túnicas con pliegues marcados que quedan a la vista al estar los mantos recogidos.
La siguiente imagen es la de un campesino apoyado o escondido tras una planta. Se cubre la cabeza con capucha y sujeta un cayado con su mano derecha. Se lleva a la boca un cuerno o bocina. A sus pies aparecen dos animales enfrentados.
Tanto Micaela Portilla en el Catálogo Monumental de la Diócesis de Vitoria como la enciclopedia del Románico de Álava lo consideran una representación de un pastor con su ganado. Aunque composiciones similares se han utilizado para figurar escenas de caza.
Cuerno, anmales y cayado o lanza pueden verse en la escena de la caza del jabalí que decora la portada de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Okina.
Y muy similar a esta es la que hay en la de San Andrés de Saraso.
La siguiente figura es la de un obispo revestido de pontifical, con casulla terminada en pico bajo la que asoma la estola. Va cubierto con mitra baja.
Lleva un báculo en la mano izquierda y hace ademán de bendecir con la derecha.
La decoración finaliza con dos figuras más: En la parte baja un hombre que parece sujetar un caballo sobre su cabeza.
El caballo avanza al paso hacia la derecha del espectador. El entrelazo de las crines se marca por medio de incisiones paralelas. Lleva silla de montar con estribos y riendas.
En el románico alavés tenemos caballos en las iglesias de Armentia y de San Julián y Santa Basilisa de Oreitia. Pero ambos portan jinetes, el de Armentia con el manto flotando al viento y el de Oreitia con casco, lanza y escudo.
La decoración de la arquivolta finaliza con la figura de un hombre en cuclillas que eleva sus manos para sujetar un peso que tiene sobre su cabeza, a modo de atlante.
Similar es el atlante que aparece en la portada de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Mendiguren.
Como hemos visto, muchos de los elementos que aparecen en la portada de Ullíbarri Arrazua se repiten en capiteles y canecillos de otras muchas iglesias románicas del territorio alavés. Pero no solamente en ellas. También pueden verse en otras muchas iglesias de esa época y en cualquier lugar.
Los motivos utilizados viajan de un lado a otro con los canteros o en cuadernos de imágenes que sirven de modelos. Cuando alguno de ellos gusta al cliente se vuelve a tallar en un nuevo edificio.
Dice Marta Poza: “Son múltiples y de variado signo las relaciones formales en las que se basan los imagineros para crear sus composiciones… aunque, en su mayoría, están directamente vinculadas con otras creaciones escultóricas contemporáneas entre las que se pueden observar distintos grados de dependencia”.
Basta un ejemplo: la iglesia de Santa María del Yermo, en Cantabria, reúne en sus canecillos un buen número de los elementos que decoran la portada de Ullíbarri.